martes, 29 de marzo de 2011

Mojito




como todo objeto que al popularizarse adquiere cierto culto; los orígenes del mojito son inciertos y hay  versiones diferentes de su historia, la más común es asociar la invención del mojito a la famosa Bodeguita del Medio  y si seguimos esa línea nos conducirá al escritor Ernest Hemingway quien solía ser cliente de ese lugar y aficionado a la bebida, otras fuentes dicen que el mojito tiene su origen mucho antes, en el siglo XVI y que fue creado por piratas de apellido Drake, precisamente los mismos piratas a los que hace referencia García Márquez en sus obras, razón por la cual la bebida tenía ese nombre antes de  popularizarse en la Bodeguita del Medio. Hoy en día hay muchas variantes del mojito, cada quien tendrá su versión y dirá que es la definitiva, lo mismo sucede con otras cosas como los moles, los pipianes o los venerados chilaquiles  (reto a cualquiera a que rechace un plato de estos un domingo por la mañana) todo mundo dice que los suyos son los buenos;  en el bar del Hotel Nueva Paz pensamos que cualquier versión puede ser válida si se prepara con esmero y sobre todo si hay alguien dispuesto a tomársela y disfrutarla, al mojito se le han atribuido propiedades mágicas,  hay quienes dicen que luego de dos o tres la charla parece más interesante y que incluso las personas alrededor más atractivas, claro, de algún modo hay que hacer publicidad ¿no? Pero creo que la mejor publicidad es hacer las cosas bien, innovar, hace días Ana Laura Sánchez Escalante, gerente general del hotel llego con la idea de hacer un mojito de moras, se hizo la prueba y el resultado nos ha gustado mucho, lo hemos ofrecido a algunos clientes y ellos también han aprobado el resultado, su preparación es muy sencilla y no altera en nada el modo tradicional de cómo se conoce un mojito, solo se complementa: color interesante, sabor refrescante para este tiempo caluroso que se acerca en el desierto potosino, ¿mojito rojo, de moras, morado, amoratado?  No sabemos cómo nombrarlo, venga  pruébelo y ayúdenos a ponerle un nombre, aunque a la hora de tenerlo en el paladar cualquier nombre se hace inútil y es lo que menos importa, lo primordial es disfrutarlo.

Héctor Mora Pacheco

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